martes, 5 de julio de 2011

Ambar.

Esta es la historia de Ambar, parte de su historia en verdad. Una historia que empecé a escribir hace un tiempo, y a medida que me va surgiendo, la voy siguiendo. Por eso Ambar sufre cambios emocionales en el texto y se ven distintas etapas, porque no la escribí de corrido sino que fue creciendo conmigo a lo largo de estos meses. Esto es lo que escribí hasta ahora...

"Ambar sabía que él no la quería, pero no quería decirlo en voz alta, por las dudas, por si alguien pudiera estar escuchando. Prefería guardarse el secreto, y llorarlo por las noches. A veces lloraba bajito, algunas más fuerte, y otras veces prefería reprimir el llanto. Era una chica simple, alegre, llena de vida. Pero tenía el corazón roto, roto, roto y roto.
Disimulaba… ¡ay qué bien que lo hacía! Le encantaba ir por ahí dando consejos que ella nunca podía cumplir en su propia vida, pero con la esperanza de que los demás pudieran hacerlo. Y no por hipócrita, sino por desgraciada. Porque era muy triste verla así, deambulando por ahí buscando otros corazones rotos para poder reparar.
 Siempre se enamoraba de ellos, de otros desgraciados como ella. Y lo hacía puesto que quería cuidarlos, curarlos, y quedárselos. Pero infortunadamente, cada vez que lograba sanar a uno, este se le escaba. Una vez que estaba repuesto, decidía retomar su camino, sin ella, claro. Y qué podía hacer Ambar? No tenía otra opción más que quedarse del otro lado, mirando como el otro corazón, ya curado, se iba con otro sano sanito.
Era socia vitalicia del “Boulevard de los sueños rotos”. Y era loco, porque era una linda chica, y le encantaba seducir y ser seducida. Era coqueta, le gustaba estar siempre presentable y hermosa para ella y para los demás.  Pero aun así, aun pudiendo estar con otras personas, no podía olvidarse de él. De ese que le quitaba el aliento, el que alguna vez le hizo sentir amor. Quien había estado junto a ella durante un tiempo, y quien fuera el ladrón y asesino de su pobre corazón.
Y ella lo quería tanto…pobrecita ella. Pobre ilusa siempre al pie del cañón, esperando cualquier tipo de señal que proviniera de aquel muchachito de ojos verdes. No había forma de hacerla entrar en razón, no la había. Ella ya había hecho un pacto, y siendo que no le gusta faltar a su palabra, no dudaba en cumplir la promesa. Ya había jurado, estar con él cuando él la necesitara, ya había prometido, no dejarlo nunca, y ayudarlo en todo lo que estuviera a su alcance, y hasta cuando no lo estuviera, insistir y persistir hasta el cansancio.
Cuando lo veía, todo su cuerpo saltaba de alegría. Cuando a veces él quería tocarla, si bien ella sabía cuáles eran las verdaderas intenciones de ese chico, se contentaba, se contentaba tanto que casi que lloraba de alegría. Ambar sabía que no era su piel la que él quería acariciar, ni su cuerpo con el cual quería entrelazarse. Sabía que sólo era su descarga, pero aun así temblaba con cada roce. Si algo había aprendido – para su lamento – era a ocultar sus sentimientos y sus emociones. Le gustaba verlo dormir, le gustaba tenerlo cerca.  Le encantaba actuar como si nada pasara, y cuando él no la veía, ella sonreía y se regocijaba. Ay chiquita… tanta pena que das así de ilusa.
Cuanto lo querés Ambar… ¿Cuánto podés querer a una persona? Tanto como para andar así, actuando durante tanto tiempo. Ocultando tus lágrimas, forzando tus sonrisas, reprimiendo besos, regalando consejos… ¿Cómo podés escucharlo hablar así de ella? ¿No te duele? ¿Sí? Y ¿Por qué lo hacés?...Dejá de lastimarte, linda, por favor te lo pido. Dejá de actuar, sacate la máscara, alejate de ese infierno que tan atrapada te tiene…no puede terminar bien Ambar…no va a terminar bien…




Y decime, Ambar, ¿Cuándo él no está? ¿Qué se siente? ¿Qué sentís cada vez que te vas de esa habitación? Cualquiera sea donde hayan dejado restos de tu noche para recordar y su noche para el olvido…. ¿Qué se siente? Cuando ves esa cama deshecha… cuando ves todo a la luz del día, cuando el efecto de los excesos se fue y todo parece estar más calmo y a la vez más frio…cuando sus manos ya no te buscan ni sus ojos te ven. Cuando es hora de volver a las calles infinitas y los caminos paralelos… ¿Qué hacés? Yo sé que te gusta seguir de largo, no mirar atrás y actuar indiferente, seguir caminando sin ver lo que dejaste hace un rato en ese lugar. ¿Realmente es tan terapéutico? A mí no me engañes Ambar… yo te conozco como pocos.
Es que esta chica es tan pero tan terca. No puede, yo te juro que no puede. Mirá que como buen Pepe Grillo yo todo el tiempo le recuerdo lo que no tiene que hacer, pero ella no me quiere escuchar. No es que realmente no me oiga, sino que prefiere ignorarme. Ya conoció el pozo, ya saboreó la tristeza de tocar fondo…no piensa que puede estar peor, entonces insiste, total… ¿Qué más da? ¿Qué le hace una mancha más al tigre no?. Es que Ambar se resignó, pero al mismo tiempo sigue sin poder obviar el asunto. Quiere creer que sus excusas baratas de verdad pueden tener fundamento, pero en verdad ella sabe que no hay fundamento alguno.
Pero…ya pudiste salir una vez, querida mía… ¿Por qué volvés? ¿Por qué seguís insistiendo? Ay! Es que no te entiendo chiquita…no entiendo qué esperás…
Pasa que cuando ella quería llorar, parpadeaba para que no se le cayera ni una lagrimita. Ambar no lo abrazaba, cuando le daban ganas, se cruzaba de brazos. Cuando quería darle un beso, cerraba la boca y se quedaba en silencio…no podía hacer nada sospechoso, todos sus movimientos eran calculados, fríos y poco espontáneos.
Sí, Ambar me reconoce que sería todo mucho más fácil si le dijera la verdad. Si por una vez se sacara de adentro todo lo que tiene guardado hace tanto tiempo… pero lo perdería. Ella sabe que lo perdería para siempre.
Sí, yo sé que lo perdería, ¿Pero qué más da? Todo este tiempo sentí sus palabras como un puñal. Él es muy directo, vos lo sabés, el tema es que se pasa de la raya. Yo creo que a veces uno tiene que tener cierta delicadeza, ¿no? sobre todo cuando se trata de amor. Ser frontal está perfecto, pero creo que mucha gente no tiene noción de cómo impactan en el otro las palabras.  Cada vez que yo intentaba enamorarlo, él, se esfumaba de mis manos como humo de chimenea. Yo sé que le gustaba tener mi amor porque lo hacía sentirse especial, lo hacía sentirse bien. Pero hoy ese amor le molesta, hoy ese amor lo saca de quicio. Creo que nunca vi a alguien tan reacio con un sentimiento tan lindo. Pero lo entiendo, debe ser molesto recibir amor de quien no querés. Me cansé Pepe, me cansé de esta situación. Sinceramente no puedo ayudar a alguien que no quiere recibir mi ayuda, basta. Una vez me dijeron que cuando alguien quiere bien, no lastima al otro. Entonces, él me debe querer mal. Y no quiero alguien que me quiera mal, quiero alguien que me quiera bien. No sé si todos los días, ni a cada minuto, mucho menos por todos los segundos del día. Pero sí que me quiera con amor, no con necesidad. Entonces ayer decidí deshacerme del amor que me quedaba por él. No fue fácil, era demasiado grande y no podía meterlo en ningún lado. Me di cuenta que la caja esa que tengo, estaba llena, pero como estaba llena de sus recuerdos, también debía vaciarla, pero esta vez, sacarla de mi casa. Entonces ahora no sólo tenía que deshacerme de mi sentimiento, sino también, de las cosas que me lo recordaban. No fue fácil, todavía no pude. Pero me siento tan aliviada amigo, me siento bien. Estoy tranquila porque sé que hice todo lo que pude y más…aunque por otro lado, no te lo puedo negar, me siento bastante melancólica. Es tan difícil todo…porque yo sé que él no es lo que yo quiero para mí, pero ¿cómo le explico eso al temblor de mis piernas cuando lo veo? ¿O al brillo de mis pupilas cuando lo miro? Es muy tedioso esto, me estoy cansando. Necesito que alguien frene estas cosas porque me voy a volver loca Pepito, yo sé lo que te digo. Me molesta que me saque de mi eje. Me molesta estar tan segura de las cosas y que él con tan sólo mirarme me rompa todos los esquemas…

(Paso del tiempo, llámese días, meses, desamor)

No estoy más enamorada. Es loco, ¿uno se enamora y se desenamora tan fácil? ¿Cómo funciona? Es que el corazón es muy difícil de manejar, ese es el problema. En cuanto siente algo, paff, todo cambia, tu visión cambia, tu estado anímico cambia, hasta los paisajes cambian.

Ambar sonríe, sentada en su computadora, se fuma un cigarrillo y se pone música para volar. Es una rutina que le fascina. Por la madrugada es cuando mejor se siente, saborear el desvelo mientras la ciudad duerme, es algo que desde muy chiquita le gusta. Está feliz, supongo que se trata de su olvido, ¡Ja! Cómo cambia todo, ¿no?, y la gente se pone contentísima cuando logra olvidarse de otra, suena crudo, pero es muchísimo más profundo que eso. Es que después de tanto llanto, tantas noches en vela repasando cada detalle de la historia, tanto desamor, tanta mierda…¿Cómo querés que no esté feliz? ¿Qué otra cosa puede sentir más que…alivio?.
¡Eso es! ¡Alivio, lo que ella sentía! No era necesariamente felicidad, era alivio. Alivio…alivio…alivio…qué bien se siente. No es vacío, no es desgano, no es resignación…era alivio. Se sentía como un globo lleno de aire, muchísimo aire.  Sentía que se había sacado un peso enorme de encima. Un pozo que nunca podía podía evitar, una tentación a la que nunca se podía negar. Un amor que la rompió en mil pedazos.
A veces me cuesta recordar cómo se sentía estar juntos, y eso me preocupa. Sólo sé que cuando duermo con él, hay una cosa que nunca puedo dejar de hacer…y es soltarlo. Eso sí es algo que siempre hice, y lo recuerdo. Su perfume también me trae muchas memorias…ni hablar de ciertas canciones que me sitúan perfectamente en un momento vivido. Pero no recuerdo ni un beso, ni lo que sentía cuando hacíamos el amor. No recuerdo cómo es que él me abrace en ese tiempo. Es decir, sé cómo me abraza ahora, pero no me parece tener deja vues cuando lo hace.
Siento como si después de un cierto quiebre, ya fueramos dos personas nuevamente extrañas. Que no vivimos lo que vivimos, que no sentimos lo que sentimos, que nunca dijimos lo que dijimos.

Me pregunto cómo me habré sentido, como es que habré terminado tan drogada. A veces me parece que en verdad lo único que hice fue ponerlo en una especie de lista negra, como si solamente hubiera bloqueado esa etapa, y no que en verdad me la haya olvidado. Pero es que cuando trato de acordarme…no me pasa nada. Sólo me parece sentir una tormenta de melancolía, los ojos me lloran un poco y el cuerpo se me afloja hasta sentir mucho aplomo. Pero no siento nada. No se me pone la piel de gallina, ni me recorre ningún temblor. No siento ganas de volver a eso ni mucho menos con él. Y no porque ahora sea una rencorosa despechada, sino porque realmente viéndolo desde un punto de vista-ahora-objetivo, no me atrae.  Hay algo que me es extraño, pero resulta que a veces hasta le tengo cierto rechazo. Eso me pasa muy seguido. Antes sólo me pasaba cuando estábamos en algún ámbito social, pero ahora también me pasa cuando estamos a solas. Y no me gusta sentirlo, pero me es imposible evitarlo. De repente me siento tan ajena a él… es como que quisiera irme corriendo del lugar y no volver a verlo más. Y es terrible, porque siento que en cualquier momento lo podría hacer y sería fatal. Por eso me preocupa tanto no recordarlo como lo que era, porque tengo miedo de en verdad olvidarlo. De ir un día caminando por la calle y no reconocerlo. De escuchar su voz y no recordarlo, de mirarlo y no saber quién es. Tengo muchísimo miedo de olvidármelo literalmente, de en verdad un día no quererlo más…"


Continuaremos...