miércoles, 5 de enero de 2011

Te prometo...ok, perdón.


Resulta que el otro día en el jardín, pasó que una nena de repente se enojó y se puso a llorar. No quería decirme qué le pasaba, y cuando mi compañera le preguntó, ella le dijo: “Lo que pasa es que ella (por mí) dijo que ibamos a ir a la pileta y no fuimos, me mintió”
Realmente me sentí muy mal. Había faltado a mi palabra y ella estaba sumamente angustiada por eso.
Trabajando con chicos me dí cuenta de muchas cosas, entre ellas, con este tipo de situaciones, me encontré con cuánto verdaderamente vale la palabra de una persona.
Tali se puso mal porque yo, la había decepcionado, había roto una promesa.
A veces uno dice cosas y después no las hace, sobre todo con los chicos, porque en realidad lo hacemos más que nada para “zafar” rápidamente de una situación.
Pero nuestra palabra vale, y vale mucho. Vale porque es un pacto. Nuestra palabra vale, porque es lo que tenemos como prueba de lo que vamos a hacer.
El otro día mi papá me dijo que después de ir a buscar a mis hermanos ibamos a pasar por McDonald's, y al final no fuimos. Yo le dije que puesto que me dijo que lo haríamos, creía que tendría que cumplir con eso. Mi mamá me contestó: “No seas caprichosa, una cosa es una nena chiquita que no le podés decir algo y no hacerlo, pero vos ya sos grande”.
Bueno sí, convengamos que ya tengo 21 años, pero creo que el valor de la palabra no cambia según la edad, sino que vale lo mismo en cualquier etapa y situación, hasta para una boludes como esa.
“Las palabras se las lleva el viento...” ¿? Yo creo que no, a menos que quieras quebrar ese pacto que hiciste al decir esas palabras, a menos que las hayas dicho por decir, y no porque verdaderamente las hayas sentido cuando las dijiste.
Pero repito, la palabra de una persona vale muchísimo, o al menos para mí.
Por eso una de las cosas que más me duele que los demás me hagan, es que falten a su palabra.
Sabés cuántas veces me dijiste que me ibas a llamar y no me llamaste? O que nos ibamos a ver y no apareciste? Y eso que vos sabés que en cuanto me confirmás algo, para mí es palabra santa eh. Pero hacés y deshacés promesas a tu gusto, jugás con tus palabras como si fuera un crucigrama. Y después claro, lo arreglás con otra palabra: Perdón.
Y cómo me saca la palabra “perdón” cuando no hay remo con que llevarla...

“La gente actúa con total liviandad, total haga la barbaridad que haga después te pide perdón y listo. Si, te ahorro, puedo ser un bicho raro, pero para mí ‘nos vemos’ es ‘nos vemos’, ‘ te llamo’ es ‘te llamo’, ‘te quiero’ es ‘te quiero’. Si yo digo que voy a estar ahí vos sabes que voy a estar ahí. Ahora cuando alguien me dice a mí que va a estar ahí lo dudo, porque se perdió el valor de la palabra. Te pueden fallar total después vienen, te piden perdón, y ya está, así de fácil.
Pedir perdón no debería tomarse con tanta liviandad. El castigo precede al crimen decía Dostoievski, porque uno antes de cometer el crimen sabe el dolor que generará y asume la culpa. Esa culpa es el castigo ¿y uno pretende redimir esa culpa con un simple perdón?
Un perdón no puede reparar lo que hicimos mal. Para pedir perdón antes hay que estar dispuesto a reparar. ¿De qué sirve pedir perdón cuando no hay manera de reparar lo que hiciste mal?
Cuando no nos perdonan nos obligan a vivir con nuestro error, con nuestra culpa. Cuando no nos perdonan nos obligan a hacernos cargo de lo que hacemos. Un simple perdón no puede borrar el dolor que se causó.
Pedir perdón es poner una curita en una herida abierta que nosotros mismos provocamos. Insuficiente y a destiempo. Recién cuando nos hacemos responsables de lo que hacemos, ahí se puede empezar a construir algo distinto.
Suplicando a los gritos, de rodillas, implorando en todos los idiomas, pedir perdón no alcanza, no repara, no alivia si no nos hacemos responsables de nuestras acciones.
Cuando no nos perdonan nos obligan a vivir con nuestro error, con nuestra culpa. Porque un simple perdón no pude borrar el dolor.
Hay cosas imperdonables aunque se pida perdón en todos los idiomas.”

Y así es. Yo también seré un bicho raro entonces, lo asumo y lo llevo con orgullo. Porque creo en la palabra, creo en que es una herramienta hasta de doble filo. Porque...cuánto nos cambia una palabrita no? Un o un NO pueden cambiar una situación rotundamente. Es aceptar o no aceptar algo, mediante una simple respuesta, mediante un simple enganche de letras. Cuando te dije que te iba a querer toda mi vida, te lo dije en serio, te lo digo en serio. Cuando te digo que voy a estar siempre, lo digo de verdad. Cuando digo que no me importa dónde estemos, dónde terminemos, dónde hayamos quedado o dónde vayamos a quedar, realmente lo siento así. Si te digo que siempre vamos a estar unidos y que nunca pero nunca me voy a olvidar de vos, te lo digo porque tengo la certeza de que así va a ser. Por eso, cuando nos prometimos eso y después de un tiempo vos me dijiste que en algún momento sentiste que ya no nos unía nada...me mató. Porque faltaste a tu palabra, porque rompiste ese pacto, y así, rompiste una parte mía, una parte...nuestra.


Por eso te pido, que la próxima vez, no me digas nada a menos que tengas la seguridad de que vas a poder cumplirlo. Y te pido, por sobre todas las cosas, que si alguna vez me tenés que volver a pedir perdón, lo hagas cosiéndome puntos en la herida, no poniéndole una vendita que a las 2 horas se me va a despegar.

3 comentarios:

  1. Yo creo que los hijos lo mejoran a uno como persona y estas palabras tuyas asi lo demuestran. Por eso, esta semana sin falta vamos a mc donalds, dulce tati!! te quiero mucho!!!

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  2. Yo tambien quiero mc donalds! y no vale pedir ensalada!Jajajaj!
    Sos grosa Tati!!!!!
    Te adoro!
    Besotes!
    Tu titi

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